sábado, 23 de junio de 2012

a propósito de un poema de José Hierro: VIDA


Hoy he recibido, desde España, el hermoso triste mail de un amigo que sufre. 25 años de trabajo se van al garete por culpa de una crisis económica que no encuentra final. Otros muchos hemos ya pasado por lo mismo, pero la gravedad de la situación es proporcional a la importancia de las empresas que van cayendo y al número de trabajadores que se creían cobijados en estructuras  que funcionaban bien y que parecían sólidas. Lo eran. No podíamos esperar que el mundo cambiase tan rápidamente como lo ha hecho. No ha habido margen de maniobra. Las reglas del juego se modificaron en medio del partido. Nos pilló desorientados, desprotegidos, despistados. 

Me dice, cariñoso, al final de su carta: "como tienes alma de poeta te envio un soneto del inmenso Jose Hierro titulado VIDA, de su ultimo libro Cuaderno en Nueva York":

Después de todo , todo ha sido nada,---
A pesar de que un dia lo fue todo.---
Después de nada , o después de todo---
Supe que todo no era mas que nada.---


Grito «!Todo!» , y el eco dice «!Nada!».---
Grito «!Nada!» , y el eco dice «!Todo!».---
Ahora sé que la nada lo era todo ,---
Y todo era ceniza de la nada .


No queda nada de lo que fue nada.---
(Era ilusión lo que creía todo---
Y que , en definitiva , era la nada.)---


Que más da que la nada fuera nada---
Si más nada será, después de todo,---
Después de tanto todo para nada.



Leo despacio el profundo y aparentemente descorazonador poema y siento que mi amigo siente que todo lo que ha luchado y que todo por lo que ha luchado, le ha sido arrebatado. Todo transformado, aparentemente, solo aparentemente, en "nada". No es verdad. Yo lo sé. Nunca nos han podido arrebatar lo aprendido, nunca nos podrán arrebatar nuestra experiencia, nunca nos podrán arrebatar nuestra voluntad de volver a empezar. Una nueva vida nos aguarda, allá donde haya un lugar para nosotros y para nuestros hijos. 


Son muchos los que lucirán nuestras medallas pero nadie querrá, por fortuna, hacerse cargo de nuestros fracasos. De la misma manera en que los maestros de ajedrez aprendieron de sus derrotas, solo nosotros sabemos que sobre nuestros errores cimentamos ahora nuestra actual fortaleza. Los fracasos, gracias a los dioses, son solo nuestros. Nadie los quiere. No tenemos la necesidad de desgastarnos en su defensa. Son solo nuestros y no son tan graves. Son solo nuestros y no son tan importantes. Son solo nuestros y con ellos hemos aprendido más que en cualquier otro foro, más que en cualquier otra aula, más que en cualquier otro momento. Gracias a la vida, que nos quiere tanto, hemos fracasado ya. Lo que resta es, por tanto, volver a empezar: más sabios, más fuertes, más sanos, más pobres, más certeros, más atentos, más despiertos, más vigilantes, más liberados, más ligeros, más humildes, más queridos. 


Mucho ánimo, amigo mío.

Luis Cercós (LC-Architects)

Buenos Aires