sábado, 12 de noviembre de 2011

la CLARIVIDENCIA de los VIEjos MAEStros

Não é a ângulo reto que me atrai. Nem a linha reta, dura, inflexível, criada pelo homem. O que me atrai é a curva livre e sensual. A curva que encontro nas montanhas do meu país, no curso sinuoso dos seus rios, nas nuvens do céu, nas ondas do mar, no corpo da mulher preferida. De curvas é feito todo o Universo. O Universo curvo de Einstein.

No es el ángulo recto lo que me atrae. Ni la línea recta. Dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual. La curva fue encontrada en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las nubes del cielo, en el cuerpo de la mujer preferida. Es de curvas que está hecho todo el Universo.
El Universo curvo de Einstein. (Oscar Niemeyer)


Pronto hará 4 años que descubrí una América distinta a la generalmente preconcebida por gallegos (en su acepción argentina) educados en la gesta colombina. Aquí estamos de nuevo en el mes de noviembre y por eso, en honor a mi mujer y a propósito de mi porteñita (3 años ya, nacida un mes de noviembre), la más pequeña de los cuatro, siempre tocará hablar de eso o de algo parecido.


Lo bueno de escribir un blog de arquitectura es que puedes hablar de todo sin que se note y por lo tanto la gente lo lee y no se altera, aunque lo que lea sea diametralmente opuesto a lo que opina. Los buenos edificios, como los niños, nacen sin pensar o fruto previo de una idea y los arquitectos, igualmente como los niños, intentan también aprender a relacionar el mundo de las ideas con el de la materia.


No es posible vivir ni hacer arquitectura sin compromiso. La arquitectura se implica en todas las áreas de la vida humana y poco a poco, el arquitecto (o quien aspire serlo) debe ir perfeccionándose en todas ellas: el gobierno, el hogar, la educación, la salud; el ocio, incluso.


La arquitectura, en contra de lo que muchos piensan, no es una ciencia sino una disciplina teórica de enorme carga ideológica. No se puede proyectar sin tener una idea del mundo. O al menos una idea sobre el lugar en el que pretendemos asentarnos y, por tanto, construir, ya sea una casa, ya sea una familia, ya sea toda una vida, o al menos el resto que nos queda.

El caso es que ya hemos encontrado respuesta a nuestro debate sobre vivir aquí o allá, a uno u otro lado del océano, pues todo eso da igual. Lo importante es descubrir, un día, de madrugada, que tu hogar está allá donde se encuentra tu compañera, tu complemento.

- ¿Unos mates? - Vale - ¿Dulce o amargo? - Como tomes vos

Y Benedetti, que gracias a Serrat el día de ese descubriendo también estaba por allá, tomó en ese momento la palabra para decir que una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra, de modo que si ocurre un desconsuelo, un apagón o una noche sin luna, es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda.



O como escuché a Niemeyer en los días previos a cumplir sus primeros 100 años de vida, recién casado por segunda vez, la vida es tener una mujer al lado, y que sea lo que Dios quiera.


O como yo mismo escribí, allá por mayo de este año, la última noche que pasé en mi querida Montevideo:


Pensaba en todo eso mientras miraba la televisión sin atender a nada de lo que vomitaba el receptor.
Tenía la cabeza en otro lado, a solo tres metros de sí mismo.
Cuando comprendió eso se levantó, apagó el absurdo televisor que le alejaba del lugar en el que debía estar y cruzó los 3 metros que le separaban del cuerpo dormido y desnudo que más amaba. Se metió en la cama y la abrazó. Ella, cariñosa, se dejó acomodar.
Mientras sus ojos lentamente se cerraban, preparándose para dormir, pensó que allí es donde mejor se sentía: al lado de ese corazón y junto a la piel que mejor conocía.

Y de paso también recordó la sabiduría de Kundera al comprender que el amor se alcanza, no cuando quieres acostarte con alguien, sino cuando quieres dormir siempre al lado del mismo alguien.

Luis Cercós (LC-Architects) http://www.lc-architects.com/
NOTA: El texto en portugués con el que se inicia esta entrada es de Oscar Niemeyer.

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