domingo, 14 de agosto de 2011

Casi nadie hablará de nosotros cuando estemos muertos

Si a un extranjero cualquiera, a la salida del trabajo –por ejemplo-, de manera improvisada e inopinadamente le preguntamos por los argentinos que conozca, más allá de los que en ese momento jueguen en su equipo de fútbol favorito –Messi, si eres del Barca, o Di María o Higuaín si prefieres al Madrid, pongamos por caso-, seguramente la lista se parecería bastante a la siguiente:

Maradona, Ché Guevara, Anita Perón, quizá Juan Domingo Perón, quizá recordase el nombre de la actual presidenta, quizá el de Cortázar, seguramente Jorge Luis Borges.

Relaciono la lista a propósito de la levedad de la fama o al menos, de la levedad de los oropeles.

Leila Guerriero, periodista de EL PAÍS, relata su reciente paseo por los lugares en los que Borges habitó, en su Buenos Aires natal y, en muchos de ellos, ya no queda rastro del paso del escritor (Pasos que se esfuman, BABELIA, 13 de agosto de 2011, páginas 6 y 7).

- Estoy buscando la casa donde nació Borges
- Era acá. Hará cinco años se demolió todo. No queda nada.


Un poco más adelante, en el mismo artículo, se puede también leer:

En Avenida de Mayo 1333, custodiando el edificio donde estuvo el diario Crítica, en el que Borges colaboró durante los años treinta, hay un policía hablando por teléfono, al pie de una escalera que termina en una hornacina con una virgen, custodiada por fotos de uniformados caídos en cumplimiento del deber.
- No se puede pasar.
- ¿Ni hasta ahí arriba?
- No. Es una dependencia policial.

El edificio donde funcionó uno de los diarios más populares del país es, desde 1973, la Superintendencia de Administración de la Policía Federal Argentina. Y, por supuesto, no hay placa.

La periodista recorre otros lugares, algunos mantienen la placa, otros ya no. El caso es que todo esto sirve para recordar que hay cosas que importan y cosas, otras muchas, que no.

Luis Cercós (LC-Architects)

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